coeditores: dr. ulises moreno tabarez, dra. dulce maría quintero romero, dr. Héctor Becerril y dra. rocío lópez velasco
nota editorial: Este blog es parte de un esfuerzo colectivo de investigación en curso bajo el proyecto coastal commons (codigo de proyecto: USF-SSA-230311), financiado por la urban studies foundation, apoyado por city y gestionado por el centro de gestión para el desarrollo sustentable (Centre for Sustainable Development Management). Ofrece un testimonio personal de un investigador asociado, chris del valle, destacando los daños y vulnerabilidades experimentados por las comunidades en la periferia geográfica y social de Acapulco. Al compartir perspectivas de primera mano sobre los impactos de los huracanes recientes, la pieza busca arrojar luz sobre los desafíos que enfrentan las áreas marginadas y contribuir a una comprensión más profunda de la resiliencia urbana y sus retos frente a desastres recurrentes.
un reflejo de la injusticia territorial en tiempos de huracanes
-por chris del valle
Cuando se suspenden clases por las lluvias, las familias descansan, hacen chocolate caliente, comen bolillo. Esto se puede convertir en una historia de amor, pero esta vez se volvió un cuento de terror, tal como el caso de San Isidro Labrador (ver mapa 1 y 2), una colonia a las periferias de Acapulco.
Mi experiencia con huracanes no ha sido de las más interesantes, pues vivo relativamente en la comodidad al no estar mi vivienda expuesta en una zona de riesgo. Sin embargo, en San Isidro fue un caso totalmente diferente y muy alarmante.
Tuve la oportunidad de investigar esta colonia (ver figura 1) en relación con una serie de investigaciones en curso en mi institución, el instituto tecnológico de acapulco. Realicé un estudio sobre los daños y el impacto que tuvo en sus habitantes el huracán “Otis” en el 2023, y la información que conseguí fue reveladora.
San Isidro Labrador no es vulnerable en cuanto a pendientes, como fue el caso de “Paulina” en 1997, el huracán más mortífero, que ocasionó deslizamientos de tierra en el cerro de Palma Sola. Inclusive, los habitantes contemporáneos de aquel suceso comentaron en reportajes de televisión lo impactante que fue ver tantas personas desmembradas en las funerarias, así como cadáveres que fueron aventados por la corriente del río del Camarón y aterrizaron en la Av. Costera Miguel Alemán. Esto lo supe por una mujer de unos 70 años a la cual me tocó hacerle una encuesta en la colonia San Isidro.
Soy una persona con un sentido hiperactivo de investigar cómo reacciona la gente ante ciertas circunstancias e impulsos instintivos en la sociedad contemporánea. También la historia, ya que nos dice por qué las cosas son como las conocemos en la actualidad. Me resultó muy interesante saber que fueron las mismas causas por las cuales la gente de Acapulco en los años de 1997 y 2023 fueron damnificadas casi en la misma magnitud. Por un efecto en cadena, esto termina afectando a colonias como San Isidro. Todo se debe a una desigualdad socio-territorial más que a los mismos fenómenos hidrometeorológicos. Estos únicamente evidencian estas injusticias, las cuales voy a explicar en torno.
A pesar de que San Isidro no se expone a ese riesgo, tienen otra amenaza significativa. Se hizo notar con “Otis” en 2023: el arroyo. Sin duda, es la parte más inquietante de la colonia, ya que las personas están establecidas a las orillas o cercanos a su cauce. Fue esta la causa principal de que hubiera tantos damnificados en dicha colonia.
De acuerdo a los testimonios que escuché mediante la investigación, la gente concordaba en la misma opinión respecto a cómo fue su experiencia durante y después del huracán “Otis”: confinamiento total. El aire era muy húmedo por la lluvia y, a su vez, agresivo, lo que ocasionaba la caída de grandes árboles como los mangos o las palmeras. Arrancaba láminas de aluminio de los techos que se suponían estaban firmemente atornilladas o soldadas y las arrugaba como papel. Existía el miedo a que las casas se destruyeran y la agonía de aquellos que perdieron las suyas, o la vida de familiares. También hubo personas que tuvieron que trabajar sin poder estar tranquilas por el riesgo de que algo les sucediera. En los días posteriores, todo estaba lleno de lodo y moho por todas partes (ver fotos 1, 2 y 3). La “necesidad” de saquear, ya fuera por el estrés de no saber si mañana iba a faltar la comida, por sobrevivir, o simplemente porque nunca en la vida iban a poder adquirir artículos tan costosos o de poca existencia, se hizo evidente. La oscuridad por la falta de luz, el frío en las noches y la angustia de que alguien se metiera a las casas a robar no permitía a las personas dormir, ocasionando desvelos y cansancio.
Todo lo ocurrido impactó profundamente al acapulqueño promedio. Cada que llueve, una sensación de peligro se apodera de la calma o, en casos extremos, aparece un estrés postraumático. Incluso a mí me pasa. Personalmente, vivo con el miedo constante de que los siguientes huracanes van a ser peores. En una conferencia en línea a la que me invitaron a asistir, que fue unas horas antes de que huracan “John” tocara Acapulco, escuché que quieren crear nuevas categorías. ¿Tan preocupante es el tema de las altas temperaturas globales? No debería ser preocupación si hiciéramos lo que deberíamos hacer, pero el beneficio económico es supremamente más poderoso que la salud ambiental. Desde esta premisa parte la causa de la desigualdad socio-territorial que comentaba previamente.
Cada vez que se habla de las afectaciones y daños causados por un desastre en Acapulco, el foco de atención siempre es la Av. Costera Miguel Alemán y toda la franja de la Bahía, ya que es la zona que sostiene la economía del municipio, la ciudad y la región. Sin embargo, “Acapulco no es solo la Costera”, una protesta muy común entre todos los habitantes que constantemente resultan damnificados. Así mismo, el apoyo que se les brinda a aquellas comunidades afectadas por parte del gobierno es muy poco.
Es lógico predecir que la zona costera será una de las zonas más afectadas en cuanto a pérdidas materiales, ya que es la primera que se expone a los impactos de los fenómenos hidrometeorológicos. Por los fuertes vientos, los aumentos en la marea y el suelo arenoso, esta franja turística representa un mínimo porcentaje de lo que en realidad es todo el territorio de Acapulco. A comparación del resto, está conformado por las zonas urbanas habitadas, las áreas verdes y los cuerpos internos de agua.
Todo intento que se realiza para reactivar la economía y el comercio en la zona costera de Acapulco, cada que un siniestro acontece, se vuelve más caro por diversos factores, tanto a nivel local como mundial. Desde la carencia de recursos, el éxodo de los turistas damnificados, las pérdidas materiales, la delincuencia y el crimen organizado en las sombras, la emigración y extinción de especies acuáticas, el aumento de la contaminación, la inflación del peso, la falta de acciones gubernamentales, el calentamiento global… O sea, todo afecta (ver fotos 4 y 5). TODO AFECTA. La pregunta es: ¿a quiénes afecta? Pues a la población. Porque se les deja de poner atención. Todo intento de reactivar la economía y el comercio en la costera empobrece a la población, cuando debería ser al revés.
Algunas colonias se rescatan: las que están cerca de la zona costera, las unidades habitacionales que están aseguradas, los negocios macroempresariales y algunas áreas verdes públicas. No obstante, sigue siendo mayoritario el porcentaje que no se recupera, como las colonias de alto índice de delincuencia y las periféricas. Es muy común que las colonias que están en las periferias sean las más peligrosas.
Lo que me pareció muy particular de esta colonia es que, incluso cuando mencioné acerca de San Isidro Labrador para un tema de investigación a un docente de mi instituto, este me preguntó cuál era esa colonia. Me preguntó si me refería a “San Isidro Gallinero”, que es otro municipio en Acapulco. Si una persona que se ha dedicado por años al urbanismo desconoce una zona que está en una situación de vulnerabilidad muy alta, no sabría qué esperar de los mismos habitantes de Acapulco. Esto significa que más de una persona no tiene en su mente la ubicación o tan siquiera sabe que existe la colonia “San Isidro Labrador,” lo cual ya es un indicador que intensifica la vulnerabilidad de dicho poblado.
La tormenta “John”, que evolucionó a huracán, puede que no haya sido tan violenta como “Otis” el año pasado. Sin embargo, el diluvio ocasionó una inundación que, irónicamente, dejó a todo Acapulco ni siquiera con una gota de agua potable. El arroyo se desbordó como se esperaba, por lo que las autoridades de protección civil tuvieron que intervenir para retirar a la gente que estaba en riesgo hacia un albergue temporal mientras todo se calmaba. Pero lo más triste de todo es que los ánimos y las esperanzas de la población se van desvaneciendo paulatinamente cada vez que ocurre un siniestro. Esto probablemente irá en aumento durante los próximos años. Y pese a que ya casi se cumple un año del huracán Otis, actualmente “John” solo vino a demostrar que lo aprendido con los huracanes anteriores no sirvió de nada para la sociedad acapulqueña en general.
Chris Del Valle es estudiante de Arquitectura del Tecnológico Nacional de México Campus Acapulco; esta trabajando en la elaboración de la Tesis de Titulación en el rubro de Desarrollo Sustentable.
